
Mi falta de entrenamiento acrecentó el miedo al oleaje, pero una buena previsión a largo plazo que hablaba de un mar en calma me hizo empezar a entrenarme de verdad.
Casi sin darme cuenta me he echado al agua. Llevo un buen ritmo, el bañador me sienta como un guante y sé que aunque vendrán en algún momento olas más fuertes sabré atacarlas para que no me hagan sucumbir
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