
Como el vino que decanta para desechar impurezas, así estoy yo hoy. Ayer fue un día de muchas emociones, diversión, altura. Al final, sin motivo aparente arranqué a llorar sin consuelo, era un llanto bueno, emocionado. El silencio y la calma de estos días me han subrayado la sensación de ser afortunado, de querer mucho y ser querido otro tanto.
Sentir que con la gente que me rodea vamos todos a una mientras por ahí no paran de pelearse. Entender de una vez lo mucho que me quieren mis padres, y yo a ellos, que se puede ser muy diferente de alguien y quererlo con locura. Que hay cosas que no hace falta entender, sólo aceptarlas.
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