viernes, 28 de septiembre de 2007

El jardín de la paz


La vida nos va a juntar de nuevo en el jardín de la paz. Esta vez quiero abrazarte sin llorar, y no sentirme enemigo del jardín.

jueves, 27 de septiembre de 2007

luz y sonido


Siento tanto ruido alrededor que tengo que taparme los oídos. Menos mal que hay quien de luz, sin ruido.

miércoles, 26 de septiembre de 2007

No he olvidado


No he olvidado los "gracias", los he guardado un rato. Sabes que son tuyos, y no quiero desvirtuarlos

martes, 25 de septiembre de 2007

Me has mirado


Si me hubieses mirado a los ojos te hubiese querido al momento. Me has mirado al alma y ahora ya no podré olvidarte.

lunes, 24 de septiembre de 2007

El abrazo


Aquel gran abrazo estaba allí esperándome, fue por eso que al ver que no acudía vino en mi busca. Lo dejé ser, no le tuve miedo, y toda esa energía atrae ahora lo bello hacia mí. "No tengáis miedo" - dijo una vez un ilustre - y qué razón tenía.

viernes, 21 de septiembre de 2007

La polvareda


Se está posando poco a poco la polvareda que levantaba con mis pataletas. Empiezo a ver las cosas pasar, y me parece apasionante

jueves, 20 de septiembre de 2007

Hoy me apetece correr


Hoy me apetece correr ¿te importa? Me he levantado contento, pletórico, y una carrerita hasta aquella encina estaría bien. Ya, ya sé que te prometí que serían pequeños y lentos paseos pero no puedo reprimirme.

Te echo una carrera ¿quieres? sin vencedores ni vencidos, sólo por el placer de sentir el aire en la cara.

Preparados, listos, ya.

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Saltos mortales


Hoy he probado a hacer saltos mortales hacia el otro lado, y me ha salido. No sé qué es lo que más me gusta, si descubrir que sé o ver el muro un poco más lejos, con esas flores a sus pies que hace un momento pisaba sin darme cuenta.

martes, 18 de septiembre de 2007

Algo he aprendido


Salimos del restaurante junto a la playa cogidos de la mano. Supongo que hace una noche preciosa como la de ayer pero sólo me fijo en ti.

Te miro y digo, qué preciosa eres. ¡No empieces! – me replicas – y no sé si te das cuenta o no pero esas palabras duelen.

De lo que no te has dado cuenta es que he aprendido a admirarte sin necesidad de estar hundido.

lunes, 17 de septiembre de 2007

Tengo que entrar


La puerta de la habitación ya está abierta. Camino dubitativo hacia ella, tengo que entrar, es necesario, pero tengo miedo. Sólo son cuatro paredes de un blanco asfixiante, y yo en medio sin escapatoria ni entretenimiento posibles. Podría llenarla de cosas, no sé, cajas por ejemplo, pero no es mi estilo. Si te la han dejado vacía no la toques, motivos habrá. Otra de las reglas de la habitación es: No has de salir de ella si no es porque vienen a buscarte, ah y no puedes provocar que vengan, no seas llorica.

Que ¿quién pone las reglas? Yo. Te preguntarás por qué no me las salto entonces y no te faltará razón. Verás, no lo sé, ya me las he saltado otras veces y no descarto saltármelas de nuevo, pero entonces tendré que someterme a una realidad más asfixiante todavía, y a un miedo mayor.

Sólo hay una diferencia respecto a otras veces que he tenido que entrar. En esta ocasión estoy dispuesto a hacerle frente al miedo.

viernes, 14 de septiembre de 2007

A contracorriente


Llevo el pie cambiado, sí. Si es martes y la teoría dice que toca día tranquilo a mi me apetece salir y olvidarme del reloj hasta la mañana siguiente. Si tengo que decirte lo mucho que te quiero, aunque no sea oportuno, te lo diré. Cuanto más insistas que haga una cosa más me costará. Cuanto más lo intento peor me sale. Un vagón de metro no me parece sitio para leer ni para dormir así que cada mañana me limito a observar como todos duermen o leen y me siento incómodo. Nadie te busca, yo al menos lo intento. Todo el mundo se pelea, yo sigo sin encontrarle sentido a discutir. No me parece verdad que las palabras se las lleve el viento. Me persigue lo que nunca dije.

Siempre estuviste a mi favor, y yo en mi contra, pero eso ya se acabó (por mi parte, sé que por la tuya no).

jueves, 13 de septiembre de 2007

Necesito gafas



Anoche empecé a darme cuenta, y está bien claro.


Veo difuminadas las letras que salen en la tele cuando son demasiado pequeñas, me miro al espejo y me veo igual que siempre pero las camisas se empeñan en decirme que he engordado y sospecho que tienen razón. Si voy en el metro no paro de escuchar cómo la gente que sale de trabajar comenta lo mucho que odian al compañero que en ese momento no está, y yo, que pensaba que a mi eso no me ocurría, ante tantas otras evidencias me inclino por pensar que sí me pasa pero que no lo veo.


Esta mañana, cuando después de un rato me he dado cuenta de que el día había comenzado me he quedado mirando al sol y estaba raro, parecía una burbuja de un naranja sucio y tristón como las pompas que suben y bajan en esas lámparas extrañas que hay en algunos bares de copas. Al entrar en una cafetería a desayunar antes de empezar la faena, delante de mi, un hombre compra refrescos de tres tamaños y tres marcas distintas pero todos del mismo sabor y no me queda más remedio que pensar que uno de los dos está mal de la cabeza.


Por ahora el resto de cosas me parece verlas bien, pero ya no sé si son así o llevo toda la vida viéndolas mal y por eso ya no me extrañan.

miércoles, 12 de septiembre de 2007

Volviendo a casa


Hoy empieza todo de nuevo. A estas alturas de la vida sigo necesitando funcionar por cursos así que hoy es la fiesta de inauguración, aunque no sé dónde me olvidé el confeti.

Vuelvo a mi casa, a mi rutina, al deseo sobrecogedor del reencuentro con cada uno, con cada una. Comienzo desde el primer instante a sacudirme la inquietud de cómo serán las cosas este nuevo curso. Curso de reconciliación conmigo mismo, con el propósito de disfrutar, de dejar de reprocharme algunas cosas concretas que no tiene sentido que me reproche. Creo en el perdón, así que me perdono todo el daño que me hice y comienzo de nuevo a caminar, ilusionado, libre de cargas, inocente en el sentido más amplio de la palabra.

Acompáñame si quieres, será bonito no caminar solo, aunque haya momentos, ya te aviso, en los que necesite adelantarme uno pasos para poder contarte después lo que hay tras la segunda curva, o retrasarme a veces para observar con calma parajes de esta vida que tú posiblemente ya conozcas y quieras pasar de largo.